Podría decir muchas cosas de cómo somos los jóvenes urbanitas de hoy en día. Podría llorar y quejarme, o ser una optimista deslumbrada y decir que lo tenemos todo.
Somos lo que somos, con nuestras miserias y nuestras virtudes, fashion and system victims siempre. Luchadores en la jungla de neón por una idea que es el Espíritu de la Ciudad, de la Urbe. Los sumerios, los griegos, y todas las grandes civilizaciones ya sabían de este daemon tecnológico, filosófico y emocional, que vive entre los sueños hacinados de sus habitantes, oscuro e iluminado por sus luces nocturnas. Nadie nos puede describir mejor que esta canción.
Así somos la ciudad, nosotros y nuestro tiempo.
Somos los niños burbuja del fin de la historia,
x en ecuaciones
soñando con contratos fijos,
con libélulas que anhelan
dulces besos que se esconden
tras el brillo de las barras
de aquel bar donde te amé,
isla de resistencia,
tallando en cubitos de hielo
futuro y promesas.
Y en estos días el que escribe,
consciente del privilegio de nacer en esta orilla,
cree que aún éste será el tiempo
del ángel temeroso que suspira,
átomo que gira en solitario,
alienígena nacido en esta tierra,
del sueño sublime, en fin,
del hombre y la mujer que buscan otro mundo posible.
Y, mientras tanto, los santos
de causas perdidas discuten verdades,
armados con su piolet se confunden de enemigo.
Mientras, en la calle,
un rumor de alas batiendo exige su voz, una voz diferente.
Meciendo en la red utopías
pregunta y disiente.
Y en estos días el que escribe,
consciente del privilegio de habitar en esta orilla,
cree que aún éste será el tiempo
del hada temerosa que suspira,
luciérnaga abandonando el letargo,
Ícaro escapando de una isla,
del sueño sublime, en fin,
del hombre y la mujer que buscan
otro mundo posible.
Somos. (Ismael Serrano)
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