Cuatro meses y cuatro días. Volvemos en un día de rabiosa ventosidad, mientras se carga sola la canción de Star Wars, muy épica ella, de mi último post. Qué própio !
Adoro el Otoño, su luz dorada, ese ambiente que tontea entre el verano y el recuerdo de la primavera, pero que con un guiño nos lleva hacia el invierno. Y el viento. Adoro el viento. Lo que me recuerda que cuando ahorre tengo que sacarme el carnet de piloto.
Hoy es de esos acontecimientos otoñales, frescos, de luz dorada y resplandeciente y mucho, mucho viento. De ese que convierte las risas de las hojas en una espiral apasionada, entregando a los árboles a un baile salvaje donde se desprenden de todo lo del año anterior para quedarse desnudos y listos para la primavera.
Hace tanto aire anárquico que podría salir volando hacia el mundo del Mago de Oz y visitar tierras que nunca he conocido y gentes que nunca he imaginado. Ver sus países através de las ventanas de sus ojos. Lugares que se esconden como las hojas de un fractal, en las arrugas recurrentes de las mismas calles de la ciudad. Donde se solapan diferentes tribus urbanas, que se ignoran mutuamente, como si se tratara de una convivencia de universos sobre el mismo punto matemático. Los veo todos a la vez caminando entre ellos, como si todo el año, las puertas de todos los universos que continen las ciudades estuvieran abiertas en un eterno Shamain.
El estío y el desieto ha pasado y la ciudad se vuelve a recoger sobre si misma. Sus habitantes vuelven a comenzar el año en sus labores extrañas y diferentes, normalizadas por una máscara que todos nos ponemos de acuerdo en llevar como urbanitas bien educados.
El año nuevo celta, antiguo, rústico y totalmente pagano, empezó la semana pasada y con él los buenos propósitos para el que viene. Haces recuento de lo que sabes y de lo que quieres saber, dándote cuenta de que sabes un montón de cosas y llegas a una solución cíclica de tus preocupaciones, siempre la misma y a la que nunca haces caso.
(Ya hace un año de blog y gato y me ilumina la misma respuesta).
Que mañana es demasiado tarde, que no podemos vivir mirando el pasado como si fuera una vieja serie, ni pasarnos el día viendo los anuncios comerciales de lo que será nuestro futuro, o lo que quieren que sea. Siempre volvemos al punto en que dejamos de hacer aquello que amábamos. Todos sabemos lo que queremos y necesitamos, pero lo dejamos siempre para más tarde, sin atrebernos a pasar el umbral que guarda la Esfinge de nuestros miedos, porque no queremos ser diferentes a nadie. Nos han convencido para repetirnos.
Volveré a leer a Borges y sus matemáticas. Leeré Godel Escher y Bach, sobre recurrencias y música de Bach, ahora que me da lo mismo llevar ese ladrillo en el metro y que no sea un best-seller. Volveré a escuchar al maestro Bach, que hace matemáticas sonoras, aunque sean un montón de músicos de la misma familia y el mismo nombre, que han hecho una única música superracional y que no sale en la rádio.
Escucharé por fin a Leonard Cohen fijándome en la poesía de sus letras y no esperaré a tener tiempo, porque el tiempo es simplemente una invención humana.
Y sobre todo, pasearé por los universos que conviven en la ciudad para no dejar nunca de sorprenderme y de ver sus prespectivas. Porque quedarse aislado y encerrado puede acabar encerrándonos en nuestra própia jaula pues como dice Borges "No hay placer más complejo que el pensamiento y a él nos entregábamos". (El Inmortal).
Feliz Shamain, feliz Otoño!
2 comentarios:
oh! jo odie la tardor i sobretot el vent, que em posa molt i molt nerviosa, quasi tant o més que la pluja. Quin rollo!
Ah senyora meva cadascú es d'un moment de l'any ho entenc. Jo em fonc a l'estiu com un ordinador sense refrigeració adient. Inclús arribo a pixelar-me de mala manera. Crec que el nostre moment es la primavera, quan fa solet i fresca. ;-)
PD: He de dir que coincidim en que l'hivern tampoc es lo meu.
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