Sofear, o sofing como se dice en el mundo extranjero, es una de las actividades primeras que hacemos cuando tenemos la suerte, vacaciones, o la desgracia, baja, de tener la oportunidad de caer entre los brazos y nunca mejor dicho, de ese mueble inimitable y que miramos con deseo entre semana, y sin el cual un piso no es un hogar, que es el sofá.
Es esta una actividad en la que es imprescindible tener un buen sofá y una tele como mínimo mediana. Si tienes helado o chuches, ya puede ser mortal de necesidad.
Sol fuera entrando por las cristaleras, pero que no refleja sobre la pantalla de la tele, calorcito, todo el sofá en monopolio y tu serie favorita, capítulo tras capítulo non stop o bien, peli tras peli. Ahhhh el cielo a ratos debe de ser así.
Y lo que no tiene precio es echarte esa siesta poderosa con el ronroneo de una peli o que ya has visto, o que no es ni buena ni mala, que si no te desvelas. Y tu frito como un pescaito entre los almohadones del sofá.
Existe la versión de invierno, con un edredón y/o en compañía, preferiblemente de un sexo que nos agrade.
Después una sale gateando tras tanta tele y tanto sofear, y necesita sacar la cabeza por el balcón para darse cuenta de que está atardeciendo y que por fín hace ese fresco de otoño que toca. Después de esto que da del todo claro el concepto de perrear... placer de canes y dioses. (Y de los que estamos de baja con la pata chula).
La salamandra desnuda (Yves de Villegas)
Hace 1 día
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